El Ramireño de Mis Recuerdos


(Originally published in the Zapata Express News, 1992)

¿Cómo olvidar aquel hermoso pueblecito que me vio nacer? El recuerdo más grato y tierno lo llevo muy dentro del alma y es con lágrimas en los ojos y fuertes latidos del corazón que me propongo a hacer un recorrido nostalgico del tiempo y de las gentes que compartieron mi vida a partir del dichoso año 50, fecha de mi feliz llegada a este mundo. Aunque González por apellido llevo, también sangre de Ramírez corre por mis venas y me enorgullece el haber nacido entre gentes tan finas y dignas de ser recordadas de la forma más especial.

Primeramente, cruzan por mi mente los nombres de Refugio y de José Ma. Ramírez, hombres prominentes de negocios, cuyo ejemplo de laboriosidad y de prosperidad me motivaron a luchar por el éxito y las cosas buenas del mundo a través del trabajo con constancia y la honradez. Ellos, mediante su esfuerzo personal, lograron llegar a ser grandes modelos de prominencia en una nueva etapa en la historia del Ramireño de mis recuerdos. Por lo tanto, ejercieron un papel muy importante en el desenvolvimento de los sueños y anhelos de una niña como yo que apenas empezaba a formarse una idea del mundo que quise para mí.

A don Rafael Ramírez le recuerdo como una persona buena y noble que vivía una vida pacífica y serena y que sin saber por qué me apreció mucho a mí. En su presencia siempre sentí que había amor a mi alrededor y que había personas dispuestas a compartir su felicidad y finas atenciones conmigo.

A don Manuel Ramírez le recuerdo como una persona intelectual cuya opinión siempre respeté. Y de más importancia aún, es el hecho de que siempre y a través de mis años escolares él se mantuvo al tanto de mi progreso y de mi éxito y una y otra vez afirmó y volvió a reafirmar que yo me habría de destacar en mis estudios. Esta fuente de inspiración inagotable iluminó mis senderos y me invitó a que dirigiera mi mirada hacia altos ideales, aquellos mismos ideales por los que he luchado y sigo luchando. Jamás olvidaré lo mucho que esta inspiración brindada por él ha significado en mi vida.

A los hijos de don José Ma. Martínez (Felipe, José Ma., Derly, Olivia, y Ofelia) les recuerdo como buenos vecinos y atentas y dignas personas dotadas de gracia, buen humor y talentos artísticos. Nunca les presencié amargados ni decepcionados con la vida; siempre aprecié en ellos una actitud optimista hacia todos las circunstancias y dificultades del destino y del diario vivir. Su modelo de vida me hizo comprender que la vida hay que vivirla y aceptarla con valor y hasta con resignación a veces.

A don Arturo Ramírez y a su esposa Carmelita les recuerdo como las personas más metódicas y organizadas como jamás he conocido a nadie. Ellos tenían gran consciencia de los gastos y de los procedimientos de su hogar y de sus hijos. De ellos aprendí el valor de vivir una vida serena, totalmente dedicada a las cosas buenas y sanas.

A don Alejandro Ramón y a doña Esther les tuve gran respeto por su seriedad y sus modos dignamente reservados. Ellos llevaban una vida tranquila llena de orden y de refinamiento. En su hogar se percebía el buen gusto templado con la moderación.

A don Serfín Ramírez y a su hermano don Rafael y hermana Ninfa y cuñada Eulalia les recuerdo como si hubieran sido mis segundos padres, ya que pasé una gran parte de mi niñez en sus hogares, jugando y divirtiéndome con Elma, mi amiga de la infancia. Ellos siempre fueron muy buenos y atentos conmigo y el ambiente me dío la impresión de una vida feliz, llena de amabilidad y de calor. Con ellos siempre me sentía muy feliz y contenta sin preocupación alguna. Yo solo me divertía y gozaba de mi niñez; ellos me proporcionaron muchos momentos de gran tranquilidad y de seguridad.

A doña Ma. de la Paz Ramírez siempre le admiré por sus finas atenciones y buena voluntad para todo el mundo. De sus labios jamás escuché una palabra expresando maldad. Siempre fue muy atenta y noble y una gran dama de modales dignos de ser imitados.

A don Oscar Gutiérrez le agradezco el haber tenido gran influencia en mis aspiraciones escolares. El me acalaró que el primer título universitario no era suficiente para mí, sino que yo no debería desistir hasta sacar mi maestría. Nunca jamás ningún profesor me dio tanto confianza en mi habilidad para realizer esta meta en la que yo ni siquiera había pensado. Y fue así precisamente como yo me propuse a terminar con mi maestría primero y luego empezarar a ejercer mi profesión. Este logro me ofreció un gran sentido de realización personal.

¡Cuánto tiempo ha pasada, pero qué gratos son estos recuerdos que llevo tan dentro del alma! Si el recorder es vivir, cómo quisiera seguir recordando esta bella etapa de mis primeros años que yo tan felizmente pasé en ese Ramireño de mis recuerdos.

M.A. Pérez